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En un contexto tan agravado por la crisis como el actual, todos estos casos provocan en la sociedad una concienciación mayor del problema de la corrupción y sus efectos. De momento, la espiral del descrédito de la política parece imparable.

Ante los episodios de corrupción a los que asistimos diariamente en los medios de comunicación, son muchas las voces de expertos en comunicación corporativa y consultores políticos que afirman que los partidos políticos están llevando a cabo “una estrategia de comunicación baja o nula que los separa de la realidad”.

Muchos de ellos coinciden en que los políticos deberían reconocer públicamente sus errores y mejorar los canales de comunicación con los medios y la ciudadanía para apostar por la transparencia, pero además para evitar que se extiendan los rumores. Unos rumores que están ‘malcontestando’ a las preguntas que se hacen los periodistas y la ciudadanía en general, calificando esta estrategia de comunicación como “fallida al perder la iniciativa”.

Por ejemplo, no se entiende que muchas veces se convoquen ruedas de prensa sin opción a preguntas por parte de los periodistas, ya que generan mucha más incertidumbre y desconfianza en los propios medios.

Alguno de estos expertos afirma incluso que si desde el principio algunos políticos hubiesen entonado el “mea culpa” delante de los medios de comunicación, se podría haber gestionado mucho mejor esta crisis.

En este contexto, la comunicación adquiere un especial protagonista como herramienta, ya que el problema de fondo es político.  La  apuesta de la comunicación en una crisis es doble: se trata, por una parte, de frenar la crisis sirviéndose de la comunicación para aportar reacciones efectivas frente al acontecimiento que la originó, y, por otra, se trata de que la pérdida de crédito y de imagen que la crisis ocasionó, sea lo menor posible.

Pero la acción en momentos de crisis no puede improvisarse, y es necesaria una estrategia previa que prepare el terreno, reduciendo el azar al que hayan de enfrentarse bruscamente las organizaciones políticas.

En este sentido, la estrategia a adoptar para anticipar la crisis se debe realizar en «tiempo de paz», es decir, con vistas a reducir al máximo su carácter aleatorio. Una gestión racional de las crisis pasa primero por la previsión: identificar las áreas más débiles y los riesgos, prever las respuestas a aportar, poner en marcha dispositivos de alerta, etc.

Al hilo del tema de  la corrupción, según he podido conocer esta semana, la Universidad de Valencia va a impartir el primer curso de postgrado en “Investigación y Prueba de Delitos Económicos y Relacionados con la Corrupción” que se oferta en España.

El curso está dirigido a periodistas, pero también a abogados, economistas, auditores, asesores fiscales y financieros, gestores, gerentes y directivos de empresas  y aquellos profesionales pertenecientes al ámbito de la materia a tratar.

El programa incluye formación sobre investigación de los delitos económicos y relacionados con la corrupción; en derecho penal español, internacional y de la Unión Europea en la regulación de los delitos económicos y relacionados con la corrupción, etc.

Me parece una buena iniciativa pues con ella, como con otras que se están empezando a gestar, se trata de mejorar el derecho de acceso de los ciudadanos a la información pública: a la transparencia democrática y al derecho a la información.

Más información:

DATOS, PROGRAMA, PROFESORADO Y METODOLOGÍA

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