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Más de 455 millones de personas viven en pobreza extrema en países afectados por conflictos, según el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La falta de acceso a servicios básicos como electricidad, educación y salud agrava las disparidades, mientras millones se gastan en guerras que destruyen vidas y medios de subsistencia.
Los conflictos armados agravan la pobreza extrema en millones de personas

Los conflictos armados no solo cobran vidas, sino que sumen a millones de personas en la pobreza extrema, acentuando las desigualdades y privaciones en las regiones afectadas. Mientras que millones se destinan a la guerra, los sobrevivientes enfrentan condiciones de vida inhumanas, con disparidades alarmantes en el acceso a servicios básicos.

Más de una de cada cuatro personas en países afectados por conflictos carece de acceso a la electricidad, comparado con una de cada 20 en áreas más estables. Además, la pobreza afecta gravemente la educación, la nutrición y aumenta la mortalidad infantil en estas regiones. La falta de recursos básicos se convierte en una trampa de pobreza que perpetúa las desigualdades estructurales.

El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Iniciativa de Oxford sobre Pobreza y Desarrollo Humano (OPHI), revela que más de mil millones de personas en todo el mundo viven en pobreza aguda. De ellas, el 40% reside en países afectados por conflictos violentos, lo que resalta el vínculo entre la violencia armada y la pobreza extrema.

Según el informe, 455 millones de personas se encuentran en países en guerra o frágiles, y la situación sigue empeorando. Achim Steiner, Administrador del PNUD, subrayó la magnitud del problema: “Los conflictos se han intensificado y multiplicado en los últimos años, alcanzando nuevos máximos en el número de víctimas, desplazando a millones de personas y causando trastornos generalizados en la vida y los medios de subsistencia”.

Estos datos destacan la urgencia de abordar no solo las consecuencias inmediatas de los conflictos, sino también las secuelas duraderas que afectan la capacidad de los países para recuperarse y ofrecer una vida digna a sus habitantes. La pobreza derivada de la guerra es un obstáculo para el desarrollo sostenible y requiere una atención prioritaria en la agenda global.

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