Con la reciente crisis financiera, iniciada en 2008, que se extendió a la economía real; la atención de los medios, gobiernos y el público en general se ha centrado en las instituciones financieras, especialmente los bancos.
En días pasados salió a la luz una fuerte crítica sobre la cultura de beneficios, prioridad sobre sobre sus clientes, de Goldman Sachs. Si bien tuvo gran repercusión, no sorprendió a muchos. Ya se considera parte normal del negocio, por lo menos en esa institución (ya habíamos escrito varios artículos sobre su comportamiento (¿El trabajo de Dios o compra de indulgencias?).
Se ha hablado y escrito mucho recientemente sobre las irresponsabilidades de las instituciones financieras, que para muchos han sido el causante de los problemas que se han experimentado en la economía. La avaricia desmesurada a la hora de explotar su situación privilegiada, los sueldos y ganancias de sus ejecutivos percibidos como excesivos, su reticencia a prestar e invertir, se han convertido en tema de debate. Y aunque en América Latina la crisis no se ha sentido tanto, no podemos eximir a las instituciones de la región de responsabilidades.
Es mucho más fácil hablar de irresponsabilidades, lo que tiene consecuencias negativas visibles, pero es más difícil hablar sobre cuáles son las responsabilidades, aparte de no cometer irresponsabilidades. Las responsabilidades de estas instituciones ante la sociedad van mucho más allá de no hacer el mal, y aún en esto, tienen mucha capacidad de hacerlo sin que sea muy visible. No es lo mismo que cuando una empresa contamina el aire o vende un producto dañino para la salud. En las instituciones financieras los daños pueden ser más graves, pero más sutiles. Analicemos cuáles son sus responsabilidades.
Responsabilidades de las instituciones financieras ante la sociedad
Empecemos por recordar que gran parte de los recursos que maneja una institución financiera, tanto propios como ajenos, provienen del público en general, para el servicio de este mismo público y sus organizaciones y empresas. En esta labor de intermediación, el público se convierte en una de las partes interesadas más importantes, que deben ser el foco de la atención de la responsabilidad.
Siendo la intermediación financiera una actividad con un gran impacto, es altamente regulada, tanto a nivel nacional como internacional. En este sentido, las principales responsabilidades cubiertas por legislación y regulación en muchos países abarcan temas directamente relacionados con los clientes y proveedores de recursos financieros tales como: lavado de dinero, corrupción, especulación, transparencia en sus operaciones y los principios de buen gobierno corporativo (incluyendo la remuneración excesiva, conflicto de intereses, directores independientes, operaciones con partes relacionadas, auditorías internas y externas, control de riesgos, etc.). Esto es la ley en la gran mayoría de los países.
Pero la crisis actual ha demostrado que aún en los países desarrollados, esta supervisión y control deja mucho que desear. Ha expuesto que no hay manera de controlarlas. Tienen la sartén por el mango. “Si me aprietan no presto a las personas y empresas”. “Me resulta mas fácil captar depósitos del público y prestarlos a gobiernos, no hay riesgos”. (Y aquí los gobiernos tienen parte de la culpa al tener una demanda insaciable de recursos que obstaculiza la oferta de fondos al sector privado). Además, con los grandes recursos que manejan pueden desarrollar procesos gerenciales y contratar personal que son muy superiores a los de los supervisores y reguladores. Siempre irán muchos años adelante.
Y ni que hablar del caso de los países en vías de desarrollo donde estas responsabilidades pueden no estar legislada s, o reguladas o aún bien definidas, y -si lo están- es muy probable que no estén bien supervisadas, controladas y castigadas (¡Cómo echamos de menos en español las tres palabras que tan adecuadas son para respaldar la responsabilidad: “accountability”, “monitoring” y “enforcement”!)
Pero no es suficiente con meramente cumplir con la legislación y regulación vigente en sus operaciones, aunque sería un gran progreso si lo hicieran, no solo en la letra sino también en el espíritu. Las instituciones financieras han recibido una licencia para operar, y no refiero a la que otorga la sociedad, me refiero a la que otorgan los gobiernos. Les han dado la facultad para captar depósitos, vender instrumentos financieros, escribir pólizas de seguro con el público a cambio de que le presten servicios, (léase “prestarles”), invertir responsablemente su dinero, darles cobertura a sus riesgos. Les han dado un privilegio.
Su responsabilidad es intermediar el dinero del público responsablemente. ¿Qué quiere decir esto?
Las responsabilidades de las instituciones financieras son mucho más sencillas que muchos de los productos que tratan de ofrecer. Se trata de cumplir la tarea para la cual han sido creadas, que no es el enriquecimiento propio o de sus ejecutivos, sino el mejoramiento de la capacidad de ahorro e inversión de la sociedad.
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(1) Versión actualizada del artículo que apareció en el Boletín inaugural de IARSE, EVOLUCION, publicado el 14 de marzo. Verlo en http://bit.ly/ypw5OI
(2) En América Latina hay solo 7 de 70 bancos firmantes de los Principios Ecuador que incluyen directrices sobre impacto sobre el medio ambiente y las comunidades afectadas, uso de substancias peligrosas, la consulta con las comunidades y el seguimiento y reporte de los impactos y corrección de los que sean negativos. Solo hay 42, de mas 800 inversionistas y gestores de fondos firmantes de los Principios de Inversión Responsable, todos en Brasil que piden considerar el impacto social y ambiental de las inversiones.