En los dos próximos años, las agencias de calificación ESG se verán enfrentadas al desafío de mejorar sus metodologías y transparencia, así como al reto de gestionar potenciales conflictos de interés, sobre todo a la luz de la futura creación del Registro europeo. Las recientes crisis geopolíticas han destacado la fragilidad de las puntuaciones ESG puramente sectoriales, sobre todo cuando están influenciadas por grupos de opinión o necesidades de los inversores.